Si eres como yo, seguramente te paras cada mañana frente a tu closet y das dos mil vueltas hasta decidir qué ponerte. No porque no tengas nada, o porque no te guste nada, sino porque es difícil saber qué humor vas a llevar el resto del día, y la ropa DEBE acompañarlo. Indefectiblemente.
Entonces derrochas al menos 30 o 40 minutos por día tratando de encontrar el outfit adecuado, o la prenda que tenías en mente. Te pruebas cada una y te miras al espejo para luego sacártela, hasta que finalmente logras dar con algo aceptable para encarar el día.
Todo sería más fácil si, en medio, no te toparas con ropa que no usas, que no te sirve para la ocasión, o que no es enteramente representativa de tu persona a estas alturas. Sí, hablo de esas prendas que «te van a volver a entrar» o que todavía te quedan aunque sean de tus tempranos 16 años.
Hasta hoy.